domingo, 16 de diciembre de 2012

Cuatro razones más por las cuales The Pirate Bay es, efectivamente, una biblioteca pública … y una muy buena

Compartir archivos en línea cumple exactamente el mismo propósito y satisface la misma necesidad que las bibliotecas públicas cuando aparecieron por primera vez, y encuentra la misma oposición, incluso con las mismas palabras. Esta nota continúa con la observación previa de que La Bahía Pirata (The Pirate Bay) es la biblioteca pública más eficiente del mundo.

La nota de Zacqary Adam Green publicada hace unos días en que compara La Bahía Pirata con la Biblioteca Pública de Nueva York dio justo en el clavo y ha sido difundida por todo mundo, habiendo sido compartida más de 3000 veces hasta la fecha. El compartir archivos en línea (y La Bahía Pirata) constituye la biblioteca pública más eficiente jamás creada, y su invención es un salto cualitativo para toda la civilización como tal. ¡Imagine a cada ser humano teniendo acceso 24 horas al día al conocimiento colectivo y a la cultura de toda la humanidad!

Más aún, ni siquiera se trata de un sueño imposible que tendría que ser fundado por miles de millones de euro-dólares. Toda la tecnología ya ha sido desarrollada, toda la infraestructura ya está en su lugar y las herramientas ya han sido distribuidas. Lo único que queda por hacer es, francamente, remover la prohibición de usarlas.

En el libro The case for copyright reform («Un argumento a favor de la reforma de los derechos de autor» [traducción mía]; descargar aquí), podemos leer lo siguiente:
Ahora sabemos que los argumentos en contra de las bibliotecas públicas estaban errados. Evidentemente, no llevaron a una situación en que la ya no se escribían nuevos libros y tampoco imposibilitaron a los autores el ganar dinero escribiendo. Al contrario, el acceso libre a la cultura demostró no solo ser de gran ayuda para la sociedad en general, sino que resultó beneficioso para los mismos autores.
La Internet es la biblioteca pública más fantástica que se haya creado. Hace posible que cualquiera, incluso gente de recursos económicos limitados, tenga acceso a toda la cultura del mundo a tan solo un clic de distancia. Este es un desarrollo positivo que deberíamos adoptar y aplaudir.[Traducción mía.]
Sin embargo, cuando se resalta que el compartir archivos por internet funciona, esencialmente, como una biblioteca pública moderna (y una radicalmente eficiente), hay cuatro objeciones específicas que siempre aparecen: cuatro objeciones que son factualmente incorrectas, de tal forma que procederemos a examinarlas más detenidamente una a una, indicando por qué son falsas.

Objeción incorrecta N.° 1: «Las bibliotecas pagan dinero a los autores por cada medio prestado.»
Esta objeción invalidaría el concepto de que compartir archivos funciona igual que una biblioteca, indicando que las bibliotecas dan dinero a los autores por cada medio prestado, cosa que no sucede cuando se comparten medios por Internet. El problema radica en que la objeción es factualmente incorrecta. Los autores no reciben dinero cada vez que uno de sus libros es prestado.

En muchos lugares de Europa, existe una subvención cultural unilateral que se otorga a los autores y traductores de la lengua nacional cuando un libro es prestado: no la otorgan las bibliotecas, sino que es calculada de acuerdo a los préstamos de las bibliotecas. No se trata de una compensación por la perdida de un ingreso imaginario por la venta de los libros, sino de una subvención o ayuda estatal para promover la cultura nacional, y, lo que es más importante aún, no es otorgada al autor original, sino al último actor que ha hecho al libro disponible en la lengua nacional: este es el autor original cuando el libro ha sido escrito originalmente en la lengua nacional, pero, en la gran mayoría de los casos, es el traductor.

En otras palabras, si alguien se presta Harry Potter de una biblioteca sueca, J.K. Rowling no recibe un solo céntimo de la författarpenning sueca. Que yo sepa, este es el modelo vigente en todos los países de la Union Europea.

Además, esta subvención cultural fue introducida entre los años 1940 y 1960 en toda Europa: casi un siglo después que las primeras bibliotecas públicas.

Objeción incorrecta N.° 2: «Jamás un autor estará de acuerdo con no recibir ni un céntimo cada vez que sus libros son prestados por las bibliotecas.»
Esta es una objeción descabellada. El monopolio de los derechos de autor es un monopolio limitado a los derechos de duplicación e interpretación, y ciertamente no le da derecho a nadie de dictar la forma en que un libro debe o no ser usado luego de haber sido vendido. Un comprador del libro posee todos los derechos de propiedad comúnmente asociados con el libro comprado, incluyendo el derecho de romperlo en pedazos, usarlo como un tope de puerta, o prestárselo a un amigo o a un desconocido. Los únicos derechos de los que carece son aquellos removidos por el monopolio de los derechos de autor, a saber: ciertos casos de duplicación e interpretación.

Que un autor o una editorial pudieran tener algo que decir en cuanto a cómo los objetos son usados luego de ser vendidos es completamente ajeno al funcionamiento del comercio. (No obstante, ya las editoriales intentaron una vez prohibir por ley los préstamos de libros, argumentando que el que la gente se preste libros era robarle al autor, y que todo el mundo debería tener que comprar su propia copia. Diversos parlamentos a lo largo de toda Europa los mandaron de paseo y en vez de ello inauguraron bibliotecas públicas.)

Objeción incorrecta N.° 3: «Las bibliotecas pagan por la cultura que comparten con el público.»
De hecho, sí lo hacen. Y así lo hace cada persona que comparte un archivo en línea que compró una copia de una obra cultural, la convirtió en un archivo digital y la optimizó para su distribución en Internet, para luego compartirla en línea con el mundo entero. No existe ninguna diferencia en cuanto al principio, tan solo en la eficiencia: pero de eso se trata, ¿no?

Objeción incorrecta N.° 4: «Las bibliotecas no compran más que un número finito de copias y solo prestan estas.»
Esta objeción es un poco más complicada. Si bien es técnicamente correcta, está basada en la idea equivocada de que la función de las bibliotecas es prestar cosas a la gente. Esa no es su función. Su función es hacer que la cultura y el conocimiento sean accesibles al mayor número de personas.

Esto puede ser observado en el discurso político de la época en que las bibliotecas fueron creadas. Entonces, el cumplimiento y conformidad con el monopolio de los derechos de autor no era uno de los objetivos, más bien las leyes fueron cambiadas para asegurarse de que las bibliotecas no tuvieran ninguna restricción proveniente del monopolio de los derechos de autor. (En general, todas estas leyes aún tienen vigencia: en la mayoría de las legislaciones de los países concernientes al monopolio de los derechos de autor se puede encontrar excepciones respecto al uso de los libros por las bibliotecas.)

Por el contrario, la razón de que haya un sistema de registro de entrada y salida de libros es que ese era el mecanismo disponible más eficiente en ese entonces para asegurarse de que la mayoría de gente posible tuviera acceso a la cultura y al conocimiento sin tener que pagar por ello. No tiene nada que ver con el monopolio de los derechos de autor: tan solo era (y es) una garantía de que la biblioteca seguiría pudiendo compartir la cultura a las masas sin forzarlas a comprar sus propias copias de la cultura y el conocimiento en cuestión.

En conclusión, el compartir archivos en línea constituye la biblioteca pública más eficiente jamás creada. Es una increíble proeza de la humanidad, y algo que debería ser celebrado. Aquellos hombres de en medio, parásitos, que se encuentran obstruyendo este sistema tienen que dar un paso al costado, ya sea voluntariamente o forzados por la ley: tal y como sucedió cuando las bibliotecas públicas fueron creadas.

 del Blog de Rick Falkvinge
http://partidopirata.com.ar/7831/cuatro-razones-mas-por-las-cuales-the-pirate-bay-es-efectivamente-una-biblioteca-publica-y-una-muy-buena

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